Inevitable

Por fin había empezado a nevar en Zedoha. Varias escuelas de la zona habían suspendido las clases, pero la St. Ameus School apenas había acusado recibo del cambio en el clima. El auto de los Kaye no estaba preparado para andar en la nieve, así que las chicas habían tenido que cambiar a los buses para llegar a la escuela. Los medios de transporte público se habían convertido en los espacios más cálidos de la ciudad debido a la cantidad de gente que había comenzado a utilizarlos. Jean y Anne viajaban con sus mochilas alzadas sobre sus cabezas la mayor parte de los días. Como cada vez faltaban más alumnos, Jean y Anne seguían tomando clases con el curso de Adrien Goebel. Como si eso no fuera tortura suficiente, al llegar a la escuela el miércoles por la mañana, Jean se encontró con una no muy grata sorpresa.
- Hola, Anne. Jean- las saludó con una sonrisa una chica con uniforme impecablemente planchado y castaño cabello crespo que le llegaba hasta los hombros.
- ¡Hola, Neena!- saludó alegremente Anne. Jean se limitó a una inclinación de la cabeza. Había olvidado por completo que Neena Musil estudiaba en la misma institución que ellas. Unas semanas después del haberla encontrado en el Frozen Macedonia, Neena había desaparecido por casi un mes entero. Hasta hoy. Jean también había olvidado cuánto la inquietaba la sonrisa permanente de la chica- ¿Cómo te fue en tu viaje?
- Muy bien. Visitamos varios balnearios con los que se pueden hacer negocios. Pero después te cuento mejor, ahora tengo que ir a hablar con la directora.
- ¿Balnearios para hacer negocios?- inquirió Jean tras despedir con otro gesto a Neena.
- ¿Recuerdas que te dije que Neena acompañaría a su padre en un viaje?- preguntó a su vez Anne.
- Ajá- mintió Jean.
Su amiga suspiró y, armándose de paciencia, explicó:
- El padre de Neena es dueño de una empresa de turismo, y de vez en cuando la lleva consigo si tiene que hacer un viaje prolongado. Están preparando paquetes para el próximo verano.
- Ah...
La primera clase era la de Geografía. Neena y Adrien se sentaron juntos, y cuchichearon la hora entera, como si se conocieran de toda la vida.
- No sabía que estuvieran en el mismo curso...- le comentó alicaída a Anne.
- ¿Quién? ¿Neena y Romeo?- se mofó su amiga.
- Qué graciosa, Anne- le reprochó Jean.
- Lo siento- se disculpó ella, reprimiendo una sonrisa. Pero Jean sabía que no era cierto. Desde el día en que ella y Adrien habían tenido que leer la escena de Romeo y Julieta, ni Anne ni los compañeros del chico habían permitido que ninguno se olvidara de aquel momento. Apenas habían cruzado palabra -o mirada- desde entonces, y Jean estaba casi convencida de que sólo volverían a hablar si se chocaban nuevamente bajo la lluvia.
Al concluir la jornada, Jean no podía pensar en otra cosa más que la chimenea de su casa y el libro que la esperaba para poder evadirse. Anne y ella estaban cerca de la parada del bus, cuando una voz las llamó desde la calle.
- ¡Chicas! ¡Anne, Jean!- Neena Musil se asomaba desde la ventanilla de una espectacular 4x4 negra con vidrios polarizados- ¡Vengan, nosotros las llevaremos!
Antes de que Jean pudiera exponer su opinión, Anne ya estaba abriendo la puerta y la instaba a subir. "Oh, no", pensó Jean al ver que ya había una persona en el asiento trasero.
- No te molesta, ¿verdad, Adrien?- preguntó Neena.
- Para nada- respondió él con la mirada fija en sus manos.
- ¡Vaya, pero si es Romeo!- exclamó Anne divertida, una vez que se hubo sentado a la derecha de Jean y cerrado la puerta de la 4x4.
- ¿Romeo?- se extrañó Neena- ¿Por qué te llamó así?
- No importa- se apresuraron a decir Jean y Adrien antes de que Anne pudiera abrir la boca.
Neena se encogió de hombros.
- Primero vamos a la calle Oserien, papi- indicó.
- Muchas gracias, señor Musil- dijo Anne, su tono de voz repentinamente serio.
- Sí, muchísimas gracias.
El viaje transcurrió en el más incómodo de los silencios, que sólo fue roto por Neena al explicar que ella y Adrien vivían en la misma calle. Jean, con su brazo izquierdo pegado a Adrien, hacía lo posible por no mirar en otra dirección que no fuera al frente. Casi podía sentir el calor que emitía el chico, aunque no podía decir con seguridad si era él o ella quien estaba más abochornado.
- Gracias por alcanzarnos, señor Musil- volvió a decir Anne cuando por fin se estacionaron en la puerta de su casa.
- Gracias, gracias- coreó Jean.
- Nos vemos mañana, chicas- las saludó Neena.
- Hasta mañana, Neena- respondió Anne.
- Mañana- tartamudeó Jean.
- Adiós- dijo Adrien y, sin pensarlo, colocó una mano sobre el hombro de Jean. Se arrepintió inmediatamente, y la retiró como si se hubiera quemado.
- Sí- convino Jean, dándole ahora ella unas palmaditas sobre el hombro, sin saber por qué. Anne, que se estaba tomando todo el tiempo del mundo para bajar, se vio empujada fuera del auto por una impaciente Jean.
Una vez en la vereda, se saludaron y entraron rápidamente a sus respectivas casas.
"Bueno, eso sí que fue elegante. Eres toda una seductora, Jean", se retó mentalmente, deshaciéndose de la mochila y sus botas mojadas. "Idiota".


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PS: Hoy agregué una nueva página (pueden encontrar la pestaña correspondiente debajo del título del Blog) llamada "Historias". Ahí están detalladas todas las partes y entregas de ésta que estoy escribiendo ahora, además de un poco de información adicional. Espero que ahora sea más sencillo transitar por los distintos textos. ¡Muchas gracias por leer!

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