Máquina del Tiempo: "Aquellas pequeñas cosas"

Y si hoy me pongo a revisar en mis recuerdos me voy a dar cuenta de tantas cosas, cosas que en el momento en que esos recuerdos se crearon no noté, cosas que tal vez quise olvidar, cosas que traigo a mi mente de vuelta todos los días y a toda hora porque me hacen sonreír cuando lo necesito. Las veces que se detuvo el tiempo, sólo porque mis ojos encontraron los suyos, sólo porque su mano acarició la mía, sólo porque sus labios besaron cerca de los míos...

Cuando sucedió no me di cuenta, o no lo quise ver, simplemente pasó, y a la distancia me arrepiento de no haber hecho que fuera algo más. Si tan sólo pudiera volver atrás el tiempo y decir lo que todavía oculto. Entonces me acuerdo de la gente que conocí y de la gente que creí conocer. De la gente que quise, y de la gente que creía que me quería. De los amigos que se fueron y de los amigos que en verdad nunca estuvieron. De las oportunidades que tomé y las otras miles que dejé pasar. Y de todas las veces que hice llorar a alguien y que alguien me hizo llorar.

Sí, son aquellas pequeñas cosas que me encuentran cuando el tiempo deja un hueco en mi día, que me esperan de vez en cuando al llegar a casa después de una larga jornada y que a veces me arrancan una sonrisa, a veces una lágrima... y me agarran de la mano y me guían por un camino lleno de memorias, de fotos, cartas, salidas, canciones, alegrías y decepciones. Y, cuando la más fuerte de las emociones me golpea sin anestesia, me sueltan la mano y me dejan vagar por la senda que me obligaron a transitar. Pierdo la noción del tiempo y no sé cuándo el paseo irá a terminar, pero ya no importa; el tiempo se detuvo de nuevo, y sólo va a volver a correr cuando la nostalgia me anegue el alma y los ojos.

¿Qué mas da si me traicionaron o me dejé traicionar, si le di la mano al enemigo cuando estaba en el suelo, y al tomarla tiró de ella y me hizo arrodillar? Ya se fueron las palabras que no dije, y no me voy a mortificar por ello; la gente a la que no le dije lo que debí al final no debía merecerlo o no debía valer mi tiempo. Las lágrimas que derramé hace tiempo que se secaron, y no las volveré a derramar. Y los besos que guardé al lado de un cajón lleno de te amos, siguen almacenados para dárselos incondicionalmente a quien me regale una cálida sonrisa y me tienda la mano para sacarme del pozo en el que el desengaño alguna vez me hizo caer. Y no habrá palabras de gratitud suficientes para él por haberme propuesto emprender el viaje más excitante de mi vida, por acompañarme a conocer todo lo que otros no supieron enseñarme.

Mientras pienso en esto, se asoman a mi mente rostros conocidos, amistades largas como la historia y otras cortas como un suspiro. ¿Cuáles de aquellos rostros van a estar cuando camine al lado del amor? ¿A quiénes permitiré ser testigos de aquel andar?

Vuelvo a pensar en los que se fueron y en los que están. En los que cambiaron todo, menos su cariño por mí; por los que cambié todo, menos mi cariño por ellos.

Sí, aquellas pequeñas cosas me esperan cada vez que estoy sola, porque saben que no lloro, que no he llorado y que no voy a llorar, porque saben que nadie nunca va a saber de mi debilidad. Porque saben que se pueden sentar al lado mío y estar conmigo en mi soledad. Y cuando están por pasarme la mano por el hombro, veo sus fotos, su cara siempre tan reconfortante, su sonrisa tan apaciguante... Él me tiene más a su merced que aquellas pequeñas cosas...

Diciembre de 2006

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