La ansiedad y yo (o Algo sobre salud mental)

A pesar de que ya dediqué algunas entradas a hablar de (sí, cada una de esas palabras es un link a respectivas entradas); incluso en Inglés, porque algunos dramas suenan mejor en otro idioma, hay algo que estuve dejando fuera del relato durante todo este tiempo... hasta hoy (¿ven? Drama). Y decidí escribir sobre esto porque me parece que ya existe suficiente estigma al rededor de estos temas sin que nosotros, los que los vivimos personalmente, lo alimentemos. Entonces, tal vez, la solución a eso sea hacer exactamente lo contrario. Tal vez sea el silencio lo que hace que crezca ese estigma.
Hay mucha gente que escucha la palabra "depresión", e inmediatamente se imagina a una persona que raramente abandona su cama y que pasa las veinticuatro horas del día llorando desconsoladamente. Otros, piensan que puede ser gracioso llamar "bipolar" a cualquier persona que muestre algún nivel de cambio de humor que los demás consideren injustificado, sin entender que el trastorno bipolar implica cosas mucho más terribles, y que, definitivamente, no es un chiste.
Del mismo modo, la palabra "trastorno" dispara una sucesión de pensamientos negativos en aquel que no se ve afectado por uno, y puede resultar en alejamiento. Porque un trastorno no sólo es algo serio, como todo lo relacionado a la salud mental, sino que pareciera ser peligroso. Algunos de los que están leyendo esto probablemente hayan vinculado trastorno con locura, y ahí terminó su preocupación por un tema en particular.
Bien. Yo tengo un trastorno de ansiedad, y les puedo asegurar que no estoy loca y, si dejan un cuchillo cerca mío sin supervisar, tampoco voy a matar a nadie. A pesar de que sufro un trastorno, no soy una trastornada. Mucha de la culpa de estos malentendidos recae en el uso del lenguaje, en la forma en que todo lo que no puede ser calificado de "normal" de repente es susceptible de ser abordado como un juego, de ser distorsionado sin rastro de culpa. De esto, entre otras cosas, se ocupa el ableism; y les recomiendo que averigüen sobre este tema, porque es sumamente importante. Lo que hay que entender, creo yo, es que, en cuanto a la humanidad, no hay norma que valga; y no me voy a cansar de hacer foco en esto, porque es hora de romper con la disgregación, con la idea de que hay un tipo de humano que vale más que el otro según las condiciones con las que hayan nacido. Está tan mal reírse de alguien por estar comportándose "como una nena", por "mariconear", como lanzar indiscriminadamente el adjetivo "loco" sin comprender las verdaderas implicaciones. Les puedo asegurar que no hay nada de gracioso en llamar al otro "down" o "retardado", porque el síndrome de Down no es un chiste, tener un retraso mental no es un chiste y, por ende, bajo ningún punto de vista es correcto emplear esos términos como un insulto.
Decidí escribir esta entrada, no porque sea egocéntrica, sino porque, para variar, quiero que se pueda leer sobre salud mental desde el punto de vista del que padece una afección.
Mi trastorno en particular está presente en todo momento y, sumado a diversos episodios fóbicos, puede causarme ataques de pánico. Así como la persona deprimida también se ríe cuando la situación lo amerita, lo que acabo de contarles no significa que estoy todo el tiempo temerosa. La gente que me conoce se estará sorprendiendo probablemente, y esta es otra prueba de que los trastornos no nos transforman en bestias intratables, ni nos privan de cordura. Que el común de la gente no se vea afectado por ellos, no significa que una vulnerabilidad de la salud mental nos convierta en anormales.
Algo contra lo que tuve que luchar gran parte de la vida es mi introversión. Luché con ella hasta que acepté que es una parte de mi y que no es algo que deba ser arreglado. La introversión es una enfermedad en el mismo grado en que la homosexualidad lo es, por ejemplo. Me da pena tener que aclarar que, consecuentemente, no es una enfermedad, porque todavía hay obtusos que creen que ser gay es estar enfermo. Algunos son introvertidos, otros son gays, algunos son las dos cosas, algunos no son ninguna. Y, adivinen qué: está perfectamente bien.
Siempre que conozco gente nueva, creen que es simpático comentar lo callada que soy, porque es gracioso. Como ser extrovertido es "normal", por oposición, ser introvertido te convierte en bicho raro. Pero el tema es que yo no le pregunto a los extrovertidos cuál es la necesidad que los obliga a hablar incesantemente sin estar diciendo realmente nada. Entiendo, en cambio, que cada cual es como es y, bajo ningún concepto, me creo con la autoridad suficiente para señalarle a nadie que se está comportando de un modo que no considero aceptable que, en definitiva, simplemente es el modo en que quiero comportarme yo. La gente tiende a condenar lo que no entiende, o lo que difiere de sí; y, para mí, esto es de lo más absurdo. En ningún libro está escrito que todos debemos ser de determinada manera (si tu Biblia dice algo así, te pido por favor que la cambies; somos todos hijos de Dios, no unos más que otros).
Ser INTP (si hacen click en ese link que está en rojo, van a encontrar una página de Wikipedia que me describe como si quien la redactó viviera conmigo) no siempre ha sido fácil para mí. Todavía el día de hoy, hay personas que sienten que ya hay confianza suficiente para confesarme que "cuando nos conocimos pensé que me odiabas" o "cuando te vi por primera vez creí que eras mala" o "no te dije tal cosa porque me dio la impresión de que estabas enojada". Este tipo de comentario me causa gracia genuinamente, sarcasmo aparte, porque me consta que, lamentablemente, mi expresión facial por default es seria. Y eso no significa que odie o esté juzgando a alguien (justamente esto último, jamás), sino que estoy pensando en cualquier otra cosa que, muy seguido, poco y nada tiene que ver con el contexto actual. Estuve considerando seriamente empezar a usar una remera que diga "Venado", porque esa es mi etapa inicial indefectiblemente: soy inofensiva, y podemos llegar a ser muy unidos, pero, si hay demasiado ruido al que no estoy acostumbrada, probablemente voy a correr en la dirección contraria.
Mi trastorno e introversión no me impidieron desarrollar actividades que me apasionan, como las artes escénicas, ni me han privado de tener amistades. No tengo una idea distorsionada de la moral o la ética, comprendo perfectamente lo que está dentro y fuera de la legalidad. Como todos los que sufren algún trastorno, a simple vista parezco una persona como cualquier otra; porque, al fin y al cabo, es lo que somos: personas, como cualquier otra.

NOTA: Escribí esta entrada hace un tiempo ya y, lamentablemente, a la semana siguiente recibimos la noticia del suicidio de Robin Williams. Sé que varios habrán oído algunas cosas sobre la depresión a lo largo de los días siguientes, pero de gente que no la ha experimentado. Estar deprimido es una de las peores cosas que le pueden suceder a una persona. Siendo aún adolescente tuve la mala fortuna de atravesar una depresión y no se lo deseo a nadie. La sensación de final inminente me acompañaba todos los días a todas partes, y tengo que agradecer que la vida me ha hecho resistente, porque las cosas podrían haber salido muy mal. Una persona deprimida no es débil y bajo ningún punto de vista debe ser evitada o desacreditada. Creo que, en aquel momento, me jugó en contra ser joven; la mayor parte de los adultos cercanos a mí desestimaron por completo mi estado. A pesar de que siempre se acusa a los adolescentes de ser extremadamente emocionales, llegado el momento de la seriedad, no se les reconoce realmente el derecho a experimentar esas emociones. "¿Qué podés saber de amor a esta edad?", "¿Cómo vas a estar estresado si ni siquiera trabajás?", "Vos no sabés lo que es estar verdaderamente triste", y otras variaciones. ¿La verdad? Ojalá estar deprimido fuera sólo "estar triste". Estar deprimido es la desesperanza total, absoluta, y, con el paso del tiempo, la gente se aleja de la persona que está sufriendo porque "tiene una energía negativa". Y eso no es más que echar leña al fuego. Nunca, jamás, hay que olvidar que la persona que está deprimida, o tiene un trastorno bipolar, o de ansiedad, o padece cualquier afección mental, es, primero y principal, una persona. Nada habla más de nuestra humanidad que la forma en que tratamos a quienes son más vulnerables que nosotros.
Una vez más, tengo que agradecer que la vida me ha dado una capacidad de resiliencia extraordinaria; pero también sé que no todos tienen esa suerte. Las patologías que afectan nuestra salud mental varían tanto como personas hay en el mundo; nos deprimimos como nos toca, y salimos como podemos. Algunos no salen, esa es una verdad indefectible. No nos permitamos juzgar. El éxito profesional no garantiza felicidad, estar rodeados de gente no nos convierte en menos solitarios, el dinero nos puede comprar muchas cosas pero nunca amor propio. Al final del día, a los únicos que les rendimos cuentas es a nosotros mismos, y en total intimidad. Cada uno vive y lucha como sabe, no nos debemos permitir la soberbia y arrogancia de creer que conocemos la batalla del otro mejor que éste.
Si vamos a censurar algo, que sea nuestros prejuicios. Si vamos a alimentar algo, que sea la compasión por el de al lado.

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