Sobre bullying, violencia y herencia

Probablemente, para algunas personas, hablar de bullying o acoso escolar puede resultar banal. Todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, fuimos víctimas, testigos o perpetradores de este tipo de acoso. Yo, personalmente, tengo esta teoría de que, en ocasiones, los años no traen sabiduría, sino olvido. He oído a incontable cantidad de adultos amparar a los acosadores con la excusa de que "son sólo chicos", "son cosas de nenas", "siempre pasó", "es normal", etcétera. Y lo que yo creo es que apañar este tipo de conducta y naturalizarla, sólo contribuye a incitar el acoso. Y el motivo por el que repito una y otra vez la palabra "acoso" es porque tengo la impresión de que la gente pasa por alto que el bullying se trata exactamente de eso: acoso. Es acoso psicológico, acoso moral, acoso emocional, acoso físico; y trivializarlo sólo porque se da dentro del ámbito escolar no es una solución.
Cuando iba al colegio y no tenía más de diez años, unos compañeros míos empujaron a un chico por la escalera, y quebraron el coxis de otro a patadas. Las dos víctimas tuvieron que irse del colegio al poco tiempo, mientras que los acosadores terminaron sus estudios conmigo, siete años después. Llegada la adolescencia, abrieron un tajo en la cabeza de uno de mis amigos usando una guitarra. En una pelea callejera, otro compañero fue empujado hasta caer al suelo, golpearse la cabeza y sufrir un ataque de epilepsia. Constantemente le preguntaban a cualquier persona de tez morena si, siendo bebés, sus cunas se habían incendiado con ellos adentro. Utilizaban maliciosamente el hecho de que el padre de uno de nuestros compañeros había fallecido. En una ocasión, una docente recibió una amenaza de muerte. ¿Cuántos de esos acosadores creen que fueron expulsados del colegio? Si la respuesta fue "ninguno", están en lo cierto. Seguro también saben responder lo siguiente: ¿quiénes creen ustedes que eran los populares? ¿Los violentos o las víctimas?
Pero, bueno... Lo que pasa es que los chicos pueden ser crueles a esa edad, ¿no? Son chicos.
Una de mis mejores amigas de la infancia no tenía el cuerpo que la sociedad suele considerar atractivo. Voy a hacer hincapié en esto: era una nena que no tenía "un cuerpo atractivo", era una nena que no tenía "un cuerpo sensual". Y no había día en que nuestras compañeras no le recordaran que era gorda, asquerosa evidentemente y, en consecuencia, también debía ser bulímica. Hay que reconocerles algo a estas chicas, y es que no discriminaban: a la que era muy flaca, la llamaban anoréxica. Por supuesto que yo no zafé de esta moda. Se han burlado de mí por mis dientes, mis mejillas, mis ojos, mi pelo y, por algún motivo que hasta el día de hoy no comprendo, mi hábito de lectura. Tuve suerte, sin embargo, porque la naturaleza se apiadó de mí y me desarrollé temprano. De modo que, así como otras chicas compraban su estatus de cool fumando a los doce, a mí me venía de regalo con los corpiños. Pero resulta que un día, a los trece, parece que tuve la pésima de idea de convertirme en el blanco de mi (otrora) grupo de amigas, entre las cuales se encontraba la hija de una docente. Sin importar la cantidad de veces que denunciara la humillación por la que me hacían pasar, o las amenazas que recibía, la problemática era yo. Los meses que me quedaban de E.G.B. y los años que siguieron de Polimodal, visité el consultorio de la Psicopedagoga todas las semanas. Y, la verdad, si lo pienso un poco, algún problema debía haber conmigo porque ¿quién en su sano juicio se pondría en contra de la hija de una docente? Siempre fui al mismo colegio, el Emaús de El Palomar, donde todas las autoridades siempre se portaron (alerta de sarcasmo) como buenos cristianos. Es decir, haciendo lo contrario a lo que predicaban.
Pero, bueno... Lo que pasa es que las chicas pueden ser frívolas a esa edad, ¿no? Son chicas.
Y lo que yo me pregunto, realmente, es cuánto tiempo más los adultos van a continuar achacando este comportamiento a los chicos. Cuánto tiempo más van a glorificar a los bravucones, porque se supone que son los más fuertes. Cuánto tiempo más los adultos -esos mismos que, se supone, deben impartir el conocimiento y la sabiduría que vienen con la edad- van a alentar este tipo de conducta, en vez de sancionarla. Absolutamente todo es bajada de línea. Y lo que se les enseña a los chicos es que los actos de violencia no tienen repercusiones. Se les enseña que ser un bully es sinónimo de valentía; porque, claro, no hay nada más valiente que patear a quien ya está en el piso.
Hace un tiempo, vi una publicación en Facebook que insta a pensar en la posible historia que hay detrás de la víctima del acoso. Esencialmente, dice que, la niña a la que llaman gorda, tal vez haga esfuerzo por bajar de peso, aunque sin éxito. Aquel al que llaman bruto, tal vez tenga problemas de aprendizaje. La llamada fea, tal vez pase horas arreglándose para ser aceptada. Aquel del que todos se burlan, tal vez ya sea abusado en su casa. Tal vez. Tal vez. ¿Y si no? ¿Hay historias de vida que valen como defensa y otras que no? "Va a ser mejor que te asegures de que no haya nada trágico ahí atrás, antes de ser un acosador". Es terrible que se propague la idea de que existen motivos por los cuales sí se puede ser acosado. Nada, absolutamente nada, debe habilitar a alguien a ser cruel. Nada. Absolutamente nada justifica el maltrato, tanto psicológico como físico.
Por otro lado, también me parece terrible esta idea de que una persona deba ser aceptada por los demás antes que por sí misma. Primero y principal se encuentra el amor propio. Pero ese es un tema del que quiero escribir más adelante, para no desviarme del original.
Que no nos sorprenda, pasados los años, que la delincuencia prolifere cual peste cuando no supimos -o no quisimos- reconocer y controlar las primeras señales de agresividad. Que no nos sorprenda que esté instalado el convencimiento de que la violación de los derechos básicos de una persona no acarrea consecuencias para el perpetrador. Que no nos sorprenda que las víctimas se sientan desprotegidas y casi temerosas de confesar lo que sea que les haya ocurrido, porque aprendieron que se merecen lo que les pasó por ser débiles, y no habrá retribución. Que no nos sorprenda que no haya justicia, cuando nosotros mismos no supimos impartirla antes de que la violencia se nos fuera de las manos.
Y, en último lugar, ¿de qué se trata la herencia que menciono en el título? El bullying, la violencia, la ignorancia, son la herencia que, generación tras generación, dejamos a la sociedad. Es del tipo de herencia que no le pasamos sólo a nuestros hijos, sino también a las personas que los rodean. Y nadie se salva.

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