(Ins)Pi(r)amar

Si son del grupo de gente que lee con frecuencia este blog, tal vez se habrán preguntado por qué no estuve subiendo nada últimamente. Ya sé que tampoco soy una persona que actualiza con regularidad, pero creo que he batido mi propio récord.
Si les interesa, les puedo contar que estuve de vacaciones. Mi tía (la oftalmóloga que mencioné en Sobre mí, ¿recuerdan?) me invitó a Pinamar y no pude más que responder con un rotundo “sí” al instante. Llegamos el tres de este mes a la madrugada, y recién ahora estoy de vuelta en casa.
No sé si alguna vez habrán visto esos cuestionarios que circulan por Facebook (y que fueron motivo de incontables mails en su momento) en que, entre otras cosas, preguntan “¿Qué preferís: mar o montaña?”. Por lo general, si decimos “mar”, lo relacionamos con el verano; así que, siendo yo una persona que sufre sobremanera el calor, podrían pensar que la respuesta más obvia sería “montaña”. Sin embargo, el mar tiene un encanto especial para mí. Si creen en esas cosas, puede que tenga que ver con que soy de Piscis, que es un signo de agua, y blah, blah, blah. No les voy a negar que el agua me fascina, pero creo que hay algo más que el simple hecho de que soy un pececito (o dos, en realidad, para mantenerme leal al símbolo de Piscis). Por la tanto, quiero que intenten imaginar lo mucho que disfruté las últimas dos semanas.
Este año, llevé “trabajo” a mis vacaciones por primera vez. Sí, adivinaron, estoy hablando de mi bendito libro. Si no me vieron durante estos diez días, les permito que no me tengan fe. Si fueron huéspedes del hotel durante el tiempo que yo estuve, y me vieron con mis cuadernos por todos lados, tomando notas como loca; es muy probable que hayan pensado que desaprobé alguna materia de la facultad y, por lo tanto, hasta deben dudar de mis capacidades para escribir. No se preocupen, no se sientan culpables. Hasta yo dudo, y eso que convivo conmigo misma. Está todo bien.
Firme en mi condición de insomne, no encontré mejor momento para escribir que la madrugada. Si alguna vez estuvieron despiertos entre las cero horas y las seis de la mañana, fuera de un boliche, coincidirán en que no hay momento más tranquilo en el día. Esa quietud, combinada con la cercanía del mar más la energía positiva del hotel, fue lo mejor que me pudo haber pasado. Como notarán, no soy muy exigente.
De forma que, a la medianoche, cuando mi tía finalmente caía en los brazos de Morfeo (no tengo vergüenza, ¿cómo pude haber escrito eso? No soy una poetiza. Vamos de nuevo). De forma que, a la medianoche, cuando mi tía por fin se desmayaba del cansancio, plantaba la cabeza en la almohada, palmaba, quedaba frita, torraba (ahora sí), yo agarraba mi notebook, mis cuadernitos de notas y mi cartuchera, y me instalaba en el comedor… con el sólo propósito de importunar a los encargados del turno de la noche.
Creo que llega un momento en la vida de cualquier escritor (déjenme ser escritora por ésta vez, ¿sí?) en que, indefectiblemente, se pregunta para quién está escribiendo. ¿De qué sirve todo el tiempo que estamos invirtiendo en esto? ¿A qué vamos a llegar? ¿Quién nos va a leer? ¿Nos van a leer? Tengo que confesarles que, de vez en cuando, tengo que obligarme a escribir a pesar de todo eso. No sólo porque me gusta, sino porque creo que nunca es conveniente renunciar.
Pido perdón de antemano a cualquier persona que pueda estar leyendo esto y se sienta defraudada por lo que voy a escribir a continuación.
Como ya bien saben, empecé con este proyecto a los doce años (aproximadamente; tendría que buscar la fecha en el documento original guardado en mi desktop). En diez años, me he encontrado con todo tipo de opiniones. Por un lado, están mis papás y mi tía, que siempre confiaron en que iba a poder vivir de la escritura (gente soñadora, si la hay). Por el otro lado, está la gente que cree que sólo aquellos que tienen un libro publicado pueden ser escritores, (alerta sarcasmo) y, como yo no tuve la fortuna de nacer con un libro editado, como tantos otros autores reconocidos, nunca podría ser escritora. También está el sano término medio que opina que, si tengo perseverancia y convicción, puedo lograrlo. Claro que el término medio escasea, como siempre. Así que, de todo esto, lo que pueden deducir es que irremediablemente fui creciendo para convencerme de que la segunda teoría es la acertada y que, en vez de haber nacido en una clínica, debería haber nacido en una editorial.
Cuestión que, de repente, estoy en Pinamar, en un hotel donde absolutamente nadie me conoce. Si les tengo que ser completamente honesta, ese tipo de situaciones me afectan severamente los nervios. No sé qué opinará la gente que me conoce, pero, en lo que a primeras impresiones respecta, no me siento en mi elemento. Así es, soy una terrible primer-impresionista y creo que nunca lo voy a superar. Para empezar, nunca atino a decir nada ingenioso, y supongo que debo parecer una persona tan profunda como una rodilla. Como si eso no fuera suficiente (y por si no lo notaron hasta ahora, lo voy a aclarar), hago chistes tontísimos. Sí, con el tiempo mi humor evoluciona a ser inteligente, pero tarda. Añádanle a estas cosas que soy una bohemia que sueña con vivir de su arte, que abandonó una carrera terciaria, una universitaria y que, los únicos estudios que completó además del Primario y Secundario, fueron los de Teatro Musical. Voilà, tienen un bicho raro. No me malinterpreten, amo ser un bicho raro, pero la gente se puede poner prejuiciosa y esas cosas, y bueno… no siempre es lindo.
En fin, como les decía, estoy en Pinamar y nadie me conoce. A falta de biblioteca, me he convertido en una rata de comedor (metafóricamente hablando, no envíen a la gente de Sanidad); y me paso las noches escribiendo en la computadora, y los días tomando notas frenéticamente. Y, de repente, nadie me mira de costado, nadie desvía la mirada cuando explico que estoy escribiendo un libro, nadie teme por mi vida cuando cuento que estudié Teatro Musical. O bien porque no les importa, o bien porque son lo suficientemente sabios y abiertos de mente como para saber que no hay que formarse un juicio prematuramente. Como antes, prefiero tirarme por la segunda opción.
Para mí, que crecí escuchando que “doy para más” y que no estoy “explotando todo mi potencial”, que de la nada aparezca tanta gente dispuesta a confiar en lo que hago tiene un gran valor. Inconmensurable. De verdad, no entraría en el mar la gratitud que siento por esa gente. Siempre viene bien tener a alguien que crea en nosotros, por nosotros, cuando no podemos hacerlo nosotros mismos (tres “nosotros” en una oración, este es el mes de los récords).
Con esto no quiero decir que nunca haya encontrado personas que me dieran su apoyo; nada más lejano a la realidad. Pero sí creo que, tanto en la familia como en las amistades, existe cierto compromiso en acompañar a una persona a lo largo de su sueño; por lo menos es algo que yo tomo como natural, porque creo que pocos amores son tan puros como aquellos que velan por la felicidad del otro en detrimento de las expectativas propias. Ahora, que una persona que te conoce desde hace apenas unos días muestre semejante interés en las cosas que te apasionan y que hacés con convicción, me parece loable. Porque creo que nadie está obligado a mostrarse a favor y, si lo hacen, asumo que viene de un lugar genuino.
En estos diez días estuve tan inspirada como no lo había estado durante años; y, aunque se supone que las palabras son mi fuerte, no las encuentro para expresar la adrenalina que experimenté cuando llegó el momento de terminar un capítulo, o de narrar un punto de inflexión en la historia. Nunca, en todos estos diez años, sentí que todo esto fuera tan real. Y ya sé que mi nombre no significa nada para el mundo, ni siquiera para mi ciudad; pero eso no le quita realidad. Es más, creo que nunca estuve tan ansiosa por editar mi libro, y nunca creí tanto como creo ahora que lo puedo lograr.
Y estoy convencida de que, independientemente de lo que uno haga de su vida, todos necesitamos tener a esa persona que nos haga sentir que lo que hacemos también es importante para ellos; por el motivo que sea, durante el tiempo que sea.
Hoy les voy a pedir por primera vez algo, y espero que no se ofendan. Si conocen a alguien que pasa por algo parecido a lo que conté más arriba, intenten encontrar en ustedes la habilidad de confiar en lo que están haciendo. No necesitan convertirse en fanáticos, pero cualquier demostración de interés es suficiente. Y, si no son del tipo de personas que hablan sobre lo que sienten, convídenles un café, o un té, estén a su lado mientras están trabajando en cumplir sus sueños. Sepan que hay alguien ahí que necesita un empujoncito.
De la misma forma, si se sienten identificados con lo que escribí, por favor sepan que no están solos. Todos los días van a haber frustraciones, pero la satisfacción del trabajo bien hecho y terminado no tiene precio. Nunca se rindan, porque si no, no van a saber hasta dónde podrían haber llegado. Hay alguien en el mundo que todavía no sabe que esperó toda su vida para conocerlos. No se priven a ustedes, ni priven a otros, de esa oportunidad. Hay gente que dice que el cielo es el límite; pero yo creo que el límite no existe. O, en todo caso, el límite somos nosotros. No todas las puertas se nos van a abrir, pero tampoco todas se van a cerrar. El ser humano es creativo y tenaz, de otra forma, nada de lo que nos rodea existiría. Sean perseverantes y, por sobre todas las cosas, pacientes. Lo que esperan, tarde o temprano va a llegar. Y pueden tener la seguridad de que, cuando sea el momento, va a ser pura y exclusivamente suyo. Vívanlo.


Por si todo esto no es suficiente, quiero hacer una mención especial a toda la gente que conocí en el Hotel Soleado. Es la primera vez que tengo a alguien a quien extrañar al regreso. Particularmente, les quiero decir gracias, gracias, gracias a Agustín, Carolina y Héctor (casting por orden alfabético), por bancarme todos los días, y hacerme sentir acompañada y bienvenida. Son grossos, espero que lo sepan.

Comentarios

  1. Que lindo que lo hayas pasado tan bien!!! no hay nada mejor para inspirarse que el mar, el alejarse de la rutina, el conocer cosas nuevas. Ver que el mundo no se limita a lo que vemos todos los dias. Extrañé verte conectada xD, pero por otro lado me alegra y me hace feliz ver que te renovaste. Los viajes siempre abren la cabeza, cada vez que vuelvo de un viaje me siento otra persona. Aprovechá ese impulso y no abandones, que la rutina no te gane. Seguí y seguí, yo voy a ser una de las primeras que lea tu libro, tengo mucha intriga y ganas de leerlo porque como dijo Mary Sue una vez, que me quedó grabado: "lo que uno escribe siempre es parte del autor...porque habla de lo que él conoce. Esos son los textos que llegan a ser buenos realmente, los que llegan de verdad" y no dudo que el tuyo va a ser uno de esos. Además me gusta tu manera de escribir, no usás un vocabulario vulgar que escuchamos y usamos en el dia a dia, pero a la vez no es denso... me encanta.Segui asi. Y aunque me cebé en alabanzas, quiero decirte algo: no pidas tanto permiso... cuando escribas, escribi, como vos dijiste no hay limite, ni el cielo. No importa lo que piensen los demas, menos esas personas odiosas que lo unico que saben hacer es preguntarte "¿que estudias?" y te miran raro, porque otra cosa mejor no saben hacer. De todas formas siempre gratifica el encontrarse con gente que te apoye (en los dos sentidos) jajjaaj. Posta, no es una ciudad... NO LES HAGAS CASO.

    Te quieroooo!!!!

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